limitan, como quiera, nuestra vista...
No sentimos el aire en nuestro cuerpo
y todo nos separa de la vida.
Lo cóncavo se dobla en lo convexo
y los miedos se funden en la fila
de plazas con los polvos de arenero
cubiertos por cenizas de la pira.
¡Qué descarada forma de ceder!
¡Venderse a la rutina del mediocre
que se esconde en la estela tras un pez!
Se derrumba la paz, la fe, del hombre...
corroída por hambre y mucha sed
que cambian la esperanza por un mote.
Autor: Jorge de Córdoba
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