a nuestros contrincantes al tenerlos
de rodillas, forzándoles la nota,
mostrando que son débiles cual merlos.
No existe humillación más contundente
que verlos abortar viejas quimeras.
Delicado momento repelente,
-hacerlos sucumbir por las esperas-
es mejor procurarles, por honor,
una salida presta a su vergüenza
por propia iniciativa, en el tenor,
de evitarle que incline la cabeza.
Autor: Jorge de Córdoba
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