Su mirada, repleta de vacíos,
sus vacíos, enfermos de quimeras.
Ni los cuerpos inertes son tan fríos
como un alma sin luz en sus hogueras.
El hombre suspiraba su lamento
y pedía con lágrimas la muerte.
Me rogaba abatir su sufrimiento
y cortar un dolor, agudo, fuerte.
Sostenía la soga entre sus manos
y preparaba el nudo de justicia.
Sus cabellos, crispados y entrecanos
mostraban su saber y su pericia.
No podemos juzgar lo decidido
por un hombre sin deudas ni pendientes.
Encontrará, en su paz, lo ya perdido
buscando nuevos soles sin orientes.
Autor: Jorge de Córdoba