Un cielo azul,
canela, frío y muerto
marca una pesadilla
recurrente
Estamos en un mundo
cuasi tuerto
que vacía sus venas
de repente.
Los hombres,
ahogados en el puerto,
dejaron un aroma
pestilente.
¡Qué sus huesos se
mezclen con el huerto!
y su ejemplo nos
sirva de aliciente.
El sueño que
flagela mis jornadas
regresa cada noche
desde marzo.
Mis manos se sacuden
apenadas
confundiendo la
sangre con el cuarzo.
Escuchamos las siete
campanadas
con clavo, con
madero y con el zarzo.
Autor: Jorge de
Córdoba