condena la vendetta, al vengador,
en vez de disuadir a los ladrones
y asesinos. Tu quitas y tu pones.
¡Estás equivocada cruel y ególatra,
deidad! ¡Somos un mundo tan idólatra...!
que todos mal seguimos un ejemplo:
Resulta que tumbamos a tu templo
que vive en ruinas: piedras y mortajas.
Tu, que subiste al cielo; nunca bajas...
y seguimos rompiéndonos la testa
en tu nombre. Tu fe, mi amigo, apesta.
Autor: Jorge de Córdoba