martes, 13 de febrero de 2018

Sin sangre, sin rabia


La sangre en sus muñecas lo delata
como un testigo cauto y clandestino.
Elixir de la copa en desatino
que poco a poco escurre mientras mata.

Redimido de todos sus pecados
cumplió con la vendetta y la consigna.
Se mofa de la gente que persigna
sus cuerpos abatidos, desgastados.

Respetó al asesino en su refugio
y por ello esperó por tantos meses.
Hoy segamos su vida con las reses
cuando salía oculto en artilugio.

El vengador sacude su ropaje
y cumplida su manda de promesas
vuelve con su familia y casa, ilesas;
sin polvo, sin la rabia, sin coraje.

Autor: Jorge de Córdoba