Olvidas que el veneno no te mata,
simplemente transforma a la sustancia.
Se evapora, eso sí, la gran fragancia
que da forma a prisiones cuando cata.
Saeta envenenada con azufre
que lanzaste con toda alevosía.
Paraste un corazón que aún latía
contenta de mirarle cuando sufre.
Aprendí que del fuego se subsiste
cubriendo nuestras células con brillo.
No precisa madera ni cerillo
y demuestra, de nuevo, que resiste.
Autor: Jorge de Córdoba