Que dios te perdone,
cristo...
¡No sabes cuanto
nos has dañado!
Nos hiciste apáticos
y convenencieros;
conformistas y
rastreros.
Al fin y al cabo,
si nos arrepentimos...
en un segundo nos
libramos del infierno.
Nos hiciste humildes
y lameplatos...
murmuradores y
trapaceros.
Como si fuese bueno
existir en el secreto
para negar nuestro
instinto más sublime y más básico.
Que dios te perdone,
cristo...
hiciste que
perdiéramos el suelo.
Haciendo del amor
hacia lo tangible
un pecado
y exigiendo que
creyésemos
en algo invisible,
inaudible e impalpable.
Nuestros padres
veneraban
al sol... ya que lo
veían,
lo apreciaban ¡lo
sentían!
Pero ésto se
convirtió en “pecado”
y toda la sabiduría;
todo el conocimiento
fue... excomulgado.
Que dios te perdone,
cristo...
por que mi raza,
mi raza no puede
hacerlo.
Autor: Jorge de
Córdoba
No hay comentarios:
Publicar un comentario