jueves, 17 de mayo de 2018

Que lo perdonen los curas


Después de perder la perspectiva
pregunté a las deidades
¿A mi hijo por qué?
¿Por qué a un alma tan viva
le cortaron las edades?
y ahora no siente, no respira, no ve.

Quisieron confundirme
y recitaron las mismas directrices
que se proclaman desde antaño.
En este piso firme
sucumbieron los venados y perdices,
la esperanza, la piel y el paño.

Mi hijo yace muerto
y mi derecho de padre
clama su vendetta.
En otra costa y en otro puerto,
ya sin perro que me ladre,
saciaré mi sed con la sangre de su veta.

¿El perdón?...
¡Yo perdoné al asesino…
pero nunca al comprador!
Sus sesos en el paredón
son testigos: hoy termino
mi tiempo de vengador.

Por otro lado…
Que lo perdonen los curas…
¡Que para eso son!
Su muerte se ha consumado
a las duras y maduras
con mi filo y mi blasón.

Autor: Jorge de Córdoba

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